Poco a poco van saliendo crónicas porque una carrera que se
vive tan intensamente se desborda irremediablemente en el papel…
He estado dando vueltas a todo lo que tengo en mi cabecita
loca…
Cinco años, cinco años “viviendo Jaén” que no es lo mismo
que decir viviendo en Jaén…
No, es otra cosa, es sentirme de aquí, fundirme con sus
paisajes de olivos, mirar las sierras de su horizonte, las tonalidades de sus
piedras,… Es subir a Jabalcuz para estar más cerca del cielo cuando me pesan
los pies en la tierra, es soñar con Mágina… Es escuchar como brota el agua de
sus manantiales, beber agua fresca de la fuente o perderme en el paisaje del
Quiebrajano…
He conocido los baños árabes, castillos, leyendas, casas
encantadas, calles de cuestas infinitas, bosques de pinos y cientos de rincones
donde poder perderme por unos segundos…
Mucho dicho y nada de la carrera…pues aquí está, Cazorla y
su gigante, la UTBS… Un año, otro…esperándome paciente…
Cinco años y cada día que pasa siento como se me escurre de
las manos sabiendo que algún día tendré que cerrar la maleta del corazón, en la
que tanto he metido, para llevarlo todo conmigo.
Este año la ocasión perfecta, sin posibilidad de realizar
los 101 que tanto quiero, tenía claro dónde dejaría mis esfuerzos… Creí estar sola
hasta que me encontré que un gran grupo Pretoriano se había dispuesto para
conquistar tierras jiennenses.
Las imágenes valen más que mil palabras, qué decir de
Cazorla, bella,… Cada rincón, sus callejuelas, sus plazas, Santa María,… Y todo
vigilado por el castillo de La Iruela, altivo, desafiante…
¿Cómo no elogiar una carrera realizada con tanto mimo y
detalles? Hecha de corredores para corredores, el Club de Montaña Alma Gaia ha
puesto precisamente eso, alma y corazón.
Sobresaliente en sus redes sociales, en cada correo o
llamada para solucionar problemas (gracias a todos y en especial a Judit, que
tiene el cielo ganado con “la lata que le hemos dado algunos”)
Sigo con el 10 a la organización y a los voluntarios que se
desvivían en cada punto, todo atenciones y cariño… Ellos nos admiraban a
nosotros, yo…a ellos.
De la comida, ufffff, volvíamos a la vida con sus embutidos
y dulces, su pan, su café… y tal y como salíamos de uno pensábamos en el
siguiente como una nueva victoria antes de la batalla final.
¿Qué decir del recorrido? la salida, espectacular, nos
esperaban fuegos y aplausos que nos dieron el calor necesario para enfrentarnos
a la noche.
Bajo un cielo estrellado y una luna espectacular, una hilera
de guerreros comenzaba la batalla, las primeras horas llenas de murmullos
y risas daban paso a un silencio roto
por nuestros pasos y respiración.
Deseando que amaneciera continuamos el camino hasta clarear…
Luego, como si de un juego se tratase, el sol salía, “saltando de montaña en
montaña” sin dejarse coger. En el frío amanecer, cada rayo sabía a gloria sobre
la piel…
Bosques de pinos, manto de piñas bajo nuestros pies, raíces,
piedras, agua…
Quedámos atónitos ante una pareja de ciervos que se cruzó en
nuestro camino, cerca, muy cerca, potentes y decididos… ¡ellos sí que saben de
montañas!
Se nos olvidó, por un momento, el cansancio de los
kilómetros cuando ante nosotros aparecieron las impresionantes cascadas y los
saltos de agua del río Borosa… Indescriptible el Salto de Los Órganos y el paso
por las entrañas de la montaña…
Una vez abajo, me sentí tan pequeñita…
Tampoco me puedo dejar atrás esa “maravilla arquitectónica”
de millones de años…el Pliegue del Borosa…
Teníamos que seguir…y, si es duro el recorrido hasta el
avituallamiento del Borosa, luego quedaría lo “peor”, puestos al límite en cada
subida y bajada técnica, me encontré con un momentillo crítico en el que tuve
que ganarle en un pulso al vértigo (qué le voy a hacer si me gusta la montaña…).
Íbamos restando kilómetros poco a poco, con buenos márgenes
de tiempo en cada corte, hasta “rozar Cazorla”.
Ya estaba casi hecha pero ese castillo que nos retaba el día
anterior esperaba con anhelo nuestra llegada y nos ofrecía sus escalones, como
lleva haciéndolo a cada viajero desde el siglo XVI…
La bajada, dura, se tornó dulce conocedores del final
inminente…
Un último esfuerzo, unos escalones acompañados de aplausos y
un grupo de voluntarias en meta con sus vestidos serranos y unas medallas de enebro que olían a gloria…
Se hace extenso, lo sé, podría hacer “borrón y cuenta nueva”
y comenzar una nueva crónica puesto que he dejado para el final lo mejor…mi
otra familia, esa que corre y la que sufre conmigo a cada paso, bien porque los
de junto a mí, o porque los siente en la distancia, a ciegas, confiando en que
todo irá bien.
A los segundos, gracias por vuestro seguimiento, por las
palabras de ánimo, por las llamadas, por los mensajes, por ser la luz que
iluminó mi noche…
Gracias porque por todo eso, aunque fuese “la única
corredora de la carrera” no me sentiría sola.
Gracias a Marta y a Manolo (lo suyo tuvo mucho mérito) por
su seguimiento “in situ”.
He de meter en este grupo a mis chicas Pili y Susi, dos
guerreras que se enfrentaros junto a Pedro a la maratón con nota alta y que, “mientras
sí y mientras no” hicieron el seguimiento nuestro como si no tuvieran que ir
también ellas a la batalla… ¡Qué bien sientan vuestros abrazos!
Paso así a los otros, los que pelearon como yo y nos
enfrentamos al reto que nos esperaba y que no sería nada fácil…
Muchos amigos y compañeros nos vimos las caras; me alegra
decir que todos ganaron la batalla… Sí, es cierto que no todos llegaron a meta
pero la satisfacción y el orgullo de llegar hasta donde decidieron, no entiende
de metas si priman otros intereses… Emilio, Enrique,…enhorabuena!
He de nombrar al equipazo de “Havié”, Javi y el resto de
locos que se juntan para dar lo mejor de ellos en cada aventura,…tampoco hubo
rendición… ¡felicidades chicos!
Toca ahora darle la
enhorabuena a una jabata como no hay otra, Ali, lanzada a la aventura junto a
su “ángel de la guarda ...Juntos, más que un equipo, invencibles… Picos de
Europa acecha…
Me toca ahora quitarme el sombrero ante el “Quinteto de
Peñalara”… Pablo, Santi, Andrés, Migue, Virosta…sois de lo que no hay, un
equipo que no falla, cabeza, fuerza y corazón,…todos a una…infalibles…
Y llegó “nuestra hora”…rodeada de cuatro compañeros (más que
eso,… amigos), me sentía segura y arropada junto a Manu, Hans, Javier y Alberto…
Si se comparte con grandes personas hasta los peores
momentos se llevan con humor aunque lo cierto es que no fueron suficientes las
bromas cuando el cuerpo se rebela y no quiere más.
No quería separarme de Hans pero era cierto que si “alguna
estrategia funcionaba” sería la planeada por Alberto…
La complicidad entre ambos, sus luchas internas y esa guerra
bien peleada queda entre ellos (aunque Albertito ha escrito una estupenda
crónica en la que nos podemos hacer una idea…).
Antonio para mí, fue el ganador del día por su fuerza hasta
el final…sin rendición, echándole casta…
Pero Alberto ganó en corazón, porque
no se rindió en su intento de cruzar la meta con Hans a pesar de pasar también
por momentos de flaqueza.
Así paso a mi momento, bueno, el mío no, el de mis compis Manu
y Javi.
Con ambos (por separado)
he compartido ultras pero esta vez el destino nos juntó a los tres con
una finalidad…llegar juntos a meta…
Mientras Manu, “algo torbellino”, nos hacía reir con sus chistes
y ocurrencias,… Javi me aportaba serenidad, con él es fácil entenderse con una
sonrisa o una mirada, no es necesario mucho más...
Esta vez no le gasté el Garmin para que no pasen muchos años
recordándomelo como ocurrió en la Ultra Sierra Norte…
Tal vez me esté haciendo
mayor…
Tengo que “agradecerle” a Manu el que no estuviera al 100%,
así se notaba menos mi torpeza…está claro que Heidi donde mejor se desenvuelve
es en la pradera…
A Javi agradecerle su paciencia y ese reportaje que fue
haciendo por el camino y que irá saliendo a la luz…
No sé si lo sabrán ya, pero aprovecho y lo digo ahora, con ellos al fin del mundo (eso sí, no se les ocurra nombrarme Bandoleros o el
Genal, porque me pillarán fuera de cobertura….).
Así lo vivió y sintió esta pretoriana que hoy es un poquito
más feliz…